El testimonio de mi salvación







Nací hace más de 27 años en un hogar donde Dios en su infinita misericordia había ya desde hacía unos años llevado su Santa Palabra, crecí escuchando las entretenidas y poderosas historias de la biblia en una iglesia en Tilarán, conocimiento que me llevó a tener un cierto temor de Dios. Recuerdo preguntarle a mi mamá: _ ¿qué pasaría mami si hoy Cristo viniera a la tierra por su pueblo?, ¿cómo voy hacer si no me da tiempo de arrepentirme?, estas eran mis preocupaciones cuando niño y mi madre calmaba mi conciencia así: _ hijo cuando vea que viene pide perdón y ya.

Mi papá y mamá siempre muy constantes en la asistencia a la iglesia y con responsabilidades en ella, todo esto formaba en mí una cierta manera de cómo debía vivir, aunque muchas veces, la mayoría de las ocasiones tenía dos caras y viví una vida llena de hipocresía. Para muchos era un niño bueno, un joven ejemplar de muy buenas costumbres, con algunos deslices pero lo “normal” de la vida, lo que nadie podía ver era, esa vida perdida, llena de maldad, de malos pensamientos, pecados ocultos, una vida escondida siempre oponiéndose a la Ley de Dios.

Por la gracia de Dios, no tomé vicios como el alcohol, tabaco, drogas, pero sí estuve consumido en los pecados de impureza sexual: pornografía, masturbación, pensamientos muy pecaminosos y prácticas abominables a los ojos de Dios.

En el año 2007 Dios me permitió conocer a quien es hoy mi amada esposa, Silvia. En aquel año me casé con ella a pesar de que yo venía de un trasfondo cristiano evangélico y ella de una familia católica romana. En contra de los principios que enseña la palabra de Dios me uní en un aparente yugo desigual, pero en realidad yo era tan impío como mi esposa.

Para esos tiempos me aleje completamente de las iglesias “cristianas”, un primer año de matrimonio un poco desastroso lleno de desórdenes, razón que nos llevó a pensar en el futuro que nos esperaba si nuestras vidas continuaran así. Iniciamos con deseos de leer la palabra de Dios, empezamos asistir a una iglesia pentecostal donde yo tenía una buena reputación por lo que pronto estaba tocando un instrumento musical en el grupo de música estelar de la iglesia. Una vida “cristiana” llena de altibajos, siempre sumido en los pecados ocultos de impureza sexual, esclavo del pecado sin proceder a un arrepentimiento genuino.

Me había convertido en uno del montón, iba siguiendo todas estas corrientes pentecostales: profecía (siempre esperando una profecía para mí), don de lenguas (aunque nunca pude), confiando en mi justicia y en mis buenas obras calmaba un poco mi conciencia.
Un día un doctor, me advirtió de este tipo de movimientos que se estaban dando en las iglesias: el evangelio de la prosperidad, los nuevos ministerios de profecía y apostolado. Por medio de estas advertencias Dios unió a la familia de mi papá, la de mi hermano y la mía a indagar más acerca de todas estas contrariedades que estábamos viviendo en carne propia y que ya me incomodaban el participar de ellas incluso, llegó el día que no las podía ver y aborrecí ir a esa iglesia donde asistía.

Me retiré con mi familia de la iglesia pentecostal donde estábamos congregandonos, tiempo después pude escuchar predicadores bautistas de sana doctrina: mensajes que contenían las verdaderas y buenas noticias que hacía mucho mi alma deseaba escuchar. Fue para esos días cuando tuve un verdadero arrepentimiento y mi vida cambió: aborrecí el pecado, ya la pornografía, ni la masturbación eran los señores de mi vida; _¿dejar yo estos pecados?, pensé por mucho tiempo que jamás podría abandonarlos, creía que eso era lo normal que así iba a morir, lo había intentado muchas veces, pero fue allí con Cristo que pude vencer, y mi vida cambió por completo.

Realmente no conozco en que momento exacto fue que el Señor me dió fe para creer en él, pero si gozo de una nueva vida en Cristo. A pesar de tanto pecado que aún habita en mí, ya no soy esclavo del pecado. A pesar de tanta imperfección que hay en mí aún he podido gloriarme en la perfección de Cristo y en confiar en su palabra que cuando le vea seré como él lo es: justo y santo.

Gloria a Dios

derr

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